El pez león puede alcanzar una talla de hasta 40 centímetros, es de
hábitos nocturnos fundamentalmente, habita en arrecifes coralinos aunque
en Cuba también vive en lagunas costeras de poca profundidad,
manglares, esteros y playas.
La coloración a rayas que le caracteriza le permite pasar
fácilmente inadvertido, por lo que representa un riesgo para los buzos y
nadadores como consecuencia del veneno que puede inocular a través de
sus largas aletas huecas en caso de que una persona sea pinchada por
éste.
El pez león presenta una glándula venenosa en la base de cada espina de
sus aletas dorsal, pélvicas y anal. Las lesiones provocadas por el contacto con las espinas del pez
león, aunque son relativamente indoloras al principio, son
extremadamente dolorosas después de un rato, dependiendo de la cantidad
de veneno recibida, el lugar de contacto y el sistema inmune de la
víctima .
Los síntomas por infección causada por el pez león pueden incluir
inflamación, enrojecimiento, sangrado, náuseas, entumecimiento, dolor en
las articulaciones, ansiedad, cefalea, confusión, mareo, parálisis en
las extremidades, convulsiones, así como efectos cardiovasculares
A pesar del peligro que significa para los humanos una herida,
estudios científicos indican que el veneno del pez león produce efectos
antitumoral, hepatoprotector y antimetastásico en ratones, lo cual puede
ser prometedor para las investigaciones sobre el cáncer.
En función de estas investigaciones y la consiguiente demanda de
veneno, se podría potenciar su pesca, lo que unido a la exquisitez de su
carne, podrían convertirse en elementos reguladores de su presencia en
nuestros mares.
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